Wall-E says: "¿Que por qué tengo esta cara de pena?
Porque me paso toda la peli para aprender a utilizar
las manos... y cuando lo consigo...¡resulta que mis
diseñadores no me pusieron nada entre las piernas!"
Porque me paso toda la peli para aprender a utilizar
las manos... y cuando lo consigo...¡resulta que mis
diseñadores no me pusieron nada entre las piernas!"
R: Desde la primera frase de este post es necesario hacer una declaración absoluta: music4girls estamos rendidos con Wall-E y, en general, con Pixar. Eso no impide que seamos críticos (o, al menos, que yo lo sea). Pero dejemos la traca para el final y empecemos por el principio. Lo nuevo de los creadores de Los Increíbles (esa cima que parecía insuperable pero que ha sido superada) es una delicia en todos sus sentidos. Ahora bien, dejaré que Estela se explaye al respecto de todo lo que el film contiene. Yo me voy a centrar en el principio y en el final. La apertura es, simple y llanamente, magistral. Una bomba de relojería lanzada a bocajarro contra las hordas de espectadores "familiares" y "casuales" que atiborran los estrenos de Pixar. La primera media hora de Wall-E es una delicia que mucho tiene que ver con esas tendencias cinematográficas (orientales, en su mayor parte) que dejan de lado la narratividad clásica para explorar la fuerza de la imagen como espectáculo contemplativo. Los planos son largos y vacíos de "acción" en términos clásicos. Pero, a la vez, son una forma excepcional de introducir al espectador en el tempo pesimista pero bello que embarga la primera parte del film.
E: Sin ánimo de ofender, yo os diría que de antemano no le hagáis mucho caso a Raül ahora mismo, que desde que descubrió el cine tailandés se ha quedado un poco p´allá y está practicamente desconocido (prueba de ello la tenéis en su blog: toocooltobeforgotten.blogspot.com, donde le dedica un post entero a un director de nombre impronuciable y donde habla de una película que solo conoce él). De ahí las referencias orientales y la flipada con el hecho de que Wall-E sea, en un sesenta por ciento de su metraje, exhenta de diálogos.
Pero centrándonos en la película, solo cabe decir que a estas alturas Pixar ya se puede permitir a nivel narrativo hacer lo que le de la real gana y salir absolutamente airosos. Ya con el corto que abre la sesión, demuestran que están a años luz de cualquier otra productora de animación existente (no sólo en la técnica). Presto es un corto de animación también exento de diálogo que se basa en los fundamentos del slapstick de los inicios del cine y lo mezcla con la dinámica de dos personajes dándose mamporros el uno al otro que tan bien explotó en su día la Warner Bros con sus famosos dibujos animados. Un auténtico homenaje a los inicios del cine por parte de aquellos que han revolucionado la cinematografía de animación.
Wall-E es quizás hasta el momento, la película que más opiniones encontradas puede encontrar de la carrera de Pixar, y a su vez, la que seguramente recibirá un clamor general: es la obra cumbre del Estudio de Animación de Lasseter y compañia.
Una curiosa paradoja que no cuesta entender una vez se ha visto la película. La primera mitad es una auténtica maravilla narrativa. Wall-E está llamado a ser el personaje más mono del cine de este año. Con su mugre, sus formas tan cuadradas, sus enormes ojos y su hermosa ingenuidad que atrapa al espectador de cualquier edad desde el primer momento. La llegada de EVA, tan limpia, de formas tan redondeadas, tan nueva, tan moderna y tan... MAC cambia repentinamente la dinámica tranquila y monótona del robot y su aparición en escena cambia también el ritmo de la película. A partir de entonces se sucede toda la acción de la que ha prescindido el argumento. Este es el punto que más se ha criticado de Wall-E. Para mi no deja de ser una resolución argumental absolutamente coherente, divertida e inteligentísima. Porque aparte del desarrollo de una acción (no tan) trepidante, la segunda mitad de Wall-E está tan cargada de homenajes al cine y la literatura que hacen que el resultado sea una absoluta genialidad. Con todo, me quedo con la peculiar visión del futuro de la humanidad que bebe directamente de la que planteó Ray Bradbury en Fahrenheit 451, con una apariencia divertida pero un trasfondo bastante deprimente.
R: Y ahora llega mi opinión apocalíptica. O no tanto. Simple y llanamente, seamos sinceros: por mucho que nos haya arrebatado y emocionado un film, lo que estamos dispuestos a "perdonar" ha de tener un límite. Yo perdoné el forzado happy ending. Por mucho que fuera inverosímil. Y por mucho que fuera una pequeña traición a ese espíritu contestatario y vanguardista que se vislumbraba al principio y en buena parte del metraje. Pero tal y como decía: me lo comí con patatas. Porque incluso a mí, fan fatal del cine tailandés, me gusta echar un par de lagrimillas con un final absurdamente feliz. Pero todo tiene un límite. Y ese límite fueron los títulos de crédito. Preciosos. Eso no se lo voy a negar a nadie. Pero también innecesariso. ¿Reescribir la historia de la humanidad pasada por el filtro de "qué bien que nos llevamos los robots y los humanos y todo es perfecto y nos amamos y nos queremos y nos adoramos y esto sería la repera si los robots tuvieran picha y pudiéramos encularnos los unos a los otros"? No. Por ahí no paso. Mis buenas intenciones tienen un límite. Y cuando llego a él, no hay vuelta atrás: tiñe de negro lo que hasta ese momento te parecía genial Así que no puedo decir que Wall-E sea una mala película. Es un film tremendo, emotivo, vitalista, entrañable... cojonudo, al fin y al cabo. Pero tampoco es esa obra maestra que ya empieza a sonar como firme candidata para el Oscar a la mejor película (fuera de la categoría de animación). Una obra maestra, perdonen mi puntualización, ha de ser íntegra en todos sus niveles y lecturas. Y no venderse a las leyes de la mercadotecnia familiar en los 10 minutos finales.
E: Sin ánimo de ofender, yo os diría que de antemano no le hagáis mucho caso a Raül ahora mismo, que desde que descubrió el cine tailandés se ha quedado un poco p´allá y está practicamente desconocido (prueba de ello la tenéis en su blog: toocooltobeforgotten.blogspot.com, donde le dedica un post entero a un director de nombre impronuciable y donde habla de una película que solo conoce él). De ahí las referencias orientales y la flipada con el hecho de que Wall-E sea, en un sesenta por ciento de su metraje, exhenta de diálogos.
Pero centrándonos en la película, solo cabe decir que a estas alturas Pixar ya se puede permitir a nivel narrativo hacer lo que le de la real gana y salir absolutamente airosos. Ya con el corto que abre la sesión, demuestran que están a años luz de cualquier otra productora de animación existente (no sólo en la técnica). Presto es un corto de animación también exento de diálogo que se basa en los fundamentos del slapstick de los inicios del cine y lo mezcla con la dinámica de dos personajes dándose mamporros el uno al otro que tan bien explotó en su día la Warner Bros con sus famosos dibujos animados. Un auténtico homenaje a los inicios del cine por parte de aquellos que han revolucionado la cinematografía de animación.
Wall-E es quizás hasta el momento, la película que más opiniones encontradas puede encontrar de la carrera de Pixar, y a su vez, la que seguramente recibirá un clamor general: es la obra cumbre del Estudio de Animación de Lasseter y compañia.
Una curiosa paradoja que no cuesta entender una vez se ha visto la película. La primera mitad es una auténtica maravilla narrativa. Wall-E está llamado a ser el personaje más mono del cine de este año. Con su mugre, sus formas tan cuadradas, sus enormes ojos y su hermosa ingenuidad que atrapa al espectador de cualquier edad desde el primer momento. La llegada de EVA, tan limpia, de formas tan redondeadas, tan nueva, tan moderna y tan... MAC cambia repentinamente la dinámica tranquila y monótona del robot y su aparición en escena cambia también el ritmo de la película. A partir de entonces se sucede toda la acción de la que ha prescindido el argumento. Este es el punto que más se ha criticado de Wall-E. Para mi no deja de ser una resolución argumental absolutamente coherente, divertida e inteligentísima. Porque aparte del desarrollo de una acción (no tan) trepidante, la segunda mitad de Wall-E está tan cargada de homenajes al cine y la literatura que hacen que el resultado sea una absoluta genialidad. Con todo, me quedo con la peculiar visión del futuro de la humanidad que bebe directamente de la que planteó Ray Bradbury en Fahrenheit 451, con una apariencia divertida pero un trasfondo bastante deprimente.
R: Y ahora llega mi opinión apocalíptica. O no tanto. Simple y llanamente, seamos sinceros: por mucho que nos haya arrebatado y emocionado un film, lo que estamos dispuestos a "perdonar" ha de tener un límite. Yo perdoné el forzado happy ending. Por mucho que fuera inverosímil. Y por mucho que fuera una pequeña traición a ese espíritu contestatario y vanguardista que se vislumbraba al principio y en buena parte del metraje. Pero tal y como decía: me lo comí con patatas. Porque incluso a mí, fan fatal del cine tailandés, me gusta echar un par de lagrimillas con un final absurdamente feliz. Pero todo tiene un límite. Y ese límite fueron los títulos de crédito. Preciosos. Eso no se lo voy a negar a nadie. Pero también innecesariso. ¿Reescribir la historia de la humanidad pasada por el filtro de "qué bien que nos llevamos los robots y los humanos y todo es perfecto y nos amamos y nos queremos y nos adoramos y esto sería la repera si los robots tuvieran picha y pudiéramos encularnos los unos a los otros"? No. Por ahí no paso. Mis buenas intenciones tienen un límite. Y cuando llego a él, no hay vuelta atrás: tiñe de negro lo que hasta ese momento te parecía genial Así que no puedo decir que Wall-E sea una mala película. Es un film tremendo, emotivo, vitalista, entrañable... cojonudo, al fin y al cabo. Pero tampoco es esa obra maestra que ya empieza a sonar como firme candidata para el Oscar a la mejor película (fuera de la categoría de animación). Una obra maestra, perdonen mi puntualización, ha de ser íntegra en todos sus niveles y lecturas. Y no venderse a las leyes de la mercadotecnia familiar en los 10 minutos finales.
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