viernes, 30 de enero de 2009

discos4girls. Loney, Dear - Dear John


R: El anterior álbum de Loney, Dear, Loney Noir, fue elegido por Les Inrockuptibles (¿la mejor revista musical europea?) como el mejor álbum de 2007. Aquello ya debería haber sido un tirón de orejas a la prensa del viejo continente que había ignorado tanto aquel trabajo como el anterior y más que notable Sologne. Pero, sobre todo, debería haber servido de aperitivo para lo que estaba por venir. Dos años después, Loney, Dear se ha superado: Dear John reúne lo mejor de sus trabajos anteriores (artesanía de un sonido a medio camino entre la hiper balada que fundó Björk hace años y el pop orquestal de Jens Lekman, aunque donde aquel demuestra un gusto exquisito por sablear a The Carpenters y periferia, Loney, Dear hace lo propio con fascinantes samplers electrónicos) y expande horizontes utilizando el fuera de campo musical. Sus nuevas canciones están repletas de sonidos que no deberían estar ahí, que suenan a lo lejos, desenfocados, con el eco del vacío... pero que dotan a las composiciones del dulce regusto de la melancolía (por nuestro pasado, por el pasado del pop) que tanto nos gusta a los adictos a este género tan proclive a las emociones crepusculares. El disco se abre de forma inmejorable: Airport Sorroundings es un subidón de pop espídico con coros finales arrebatadores y peligrosamente pegadizos. Después llega Everything turns to you y entonces sabes que la cosa empieza a ser seria: la melodía se deconstruye en múltiples capas aparentemente disonantes (violines megalómanos, sintes ochenteros, cencerros, coros ñoñi-poperos, palmadas aisladas) en las que es demasiado fácil quedarse enredado. A partir de ahí, suma y sigue. Under a silent sea es para perder la cabeza: la composición se va construyendo delante de tus ojos, sin que te des cuenta, hasta que llega la epifanía final en forma de descarga eléctrica y electrónica. Distant parte de la tristeza (melódica) para acabar en la devastación (emocional). Harm revisa el Adagio en G menor de Tomaso Albinoni en clave vocal y juguetona, Violent certifica que la fanfarria está de moda y Dear John es un dulce cierre que promete que esto no acaba aquí. Que habrá más Loney, Dear. Y que será, si cabe, mejor todavía. Por cierto, ¿he mencionado que Emil Svanängen (alma del proyecto y otro freak que escribo con diéresis en su nombre) es sueco? ¿Todavía no os ha quedado claro que este va a ser el año de Suecia?

E: Sea o no este el año de Suecia (que todos los años parece que lo van a ser y lugo resulta que no), lo que sí es cierto es que los suecos hace años que no solo exportan carne suculenta (masculina y femenina, ya me entendeis) sino música excepcional. Mientras el foco de interés al otro lado del Oceáno se ha desplazado ultimamente a Canada (ya se han resarcido por completo de lo de Brian Adams y Celine Dion), sí que es verdad que en el Viejo Continente deberíamos ir prestando más atención al norte, de donde cada día nos llegan cosas más interesantes. Este disco no tiene la capacidad de arrebato de Animal Collective ni el sello irreprochable de Antony, no será un bombazo como la próxima entrega de Pj Harvey, ni cambiará nada en la historia de la música en general. Y sin embargo es un disco que provoca algo en el que lo escucha. Unas veces placidez, otras desolación (I Got Lost está llamada a ser una de las baladas tremendérrimas del año) y a ratos una curiosa necesidad de balancearse al son de su ritmo. Está compuesto de nanas folk y odas electrónicas, a ratos excesivas (Everything Turns to You) y a ratos comedidas hasta la desnudez más absoluta. Bañado a su vez de una fina capa de suavidad y dulzura envolvente que lo convierten en algo adictivo. Desde su inicio con Airport Surrondings hasta su final, Dear John es un agradable viaje por una serie de canciones perfectamente estructuradas donde cada acorde tiene su razón de ser y cada letra adquiere sentido. Una discreta obra de orfebrería pop que tiene tanto de tradicionalista como de moderna, una paradoja curiosa pero inevitable teniendo en cuenta que por sus melodias una reconoce a los mejores The Postal Service, lo más brillante de Death Cab for Cutie e incluso lo más emotivo de Iron&Wine, todo hilvanado con un sonido a su vez coherente y original. Así, cuando uno le da al play para escucharlo sabe que lo hace para evadirse de la forma más agradable (y sana) posible. Mientras suenan I Was Only Going Out, Under a Silent Sea o Summers no es tanto que uno se olvide de lo mundano, pero mientras resuenan sus acordes y sus capas y capas de arreglos orquestales y sintetizados, una solo puede permitirse el dejarse llevar por el vaivén entre el optimismo y la tristeza que impregnan cada minuto de este disco. No es que Loney, Dear sea esquizofrénico ni nada parecido. Es simplemente un autor hábil en provocar emociones y es el artífice de uno de los discos más ensoñadores del momento. Y en el sí que se cumple lo de que más es más y no lo que pregonan Fangoria.

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